domingo, 3 de agosto de 2014

UNA CARTA DE AMOR



"Le dí todo el amor 
de quien se anda con cuidado 
pero él quería hurgar 
en mis sueños maltratados 
me lloró y le conté 
que en historias de dos 
es preciso quemarse los pies 
si uno quiere ver el sol."
" Quemarse los pies" - Ana Belén


Hoy he madrugado como de costumbre. Será que a medida que cumples años, quieres dormir menos, quizá porque se aproxima el tiempo del sueño eterno y tu cuerpo se rebela al descanso mientras aún respiras. Asi que, en estos días largos y noches cortas, deambulo por la casa como un fantasma silencioso que quiere pasar de puntillas por esos recuerdos de lo que fuimos y la desesperanza de lo que nunca seremos.

Llueve levemente. Sin embargo, el día puede dar muchas vueltas, tal vez salga el sol y aún caliente mi maltrecho cuerpo que se resiente con la humedad que nos asola cada invierno. Hoy hubiera hecho lo mismo que cada mañana, sin embargo, he empezado a escribir una carta. Te preguntarás el motivo, y por qué hoy, precisamente hoy, lo hago, después de tantos años de silencio. Porque hoy me he mirado en el espejo sin prisa, y lo he hecho con plena conciencia de mi deterioro físico, de la pérdida de visión y la bruma que empieza a nublar mis ojos, de mis dedos retorcidos por la artrosis y que quizá dentro de poco, no pueda escribir. Lo he hecho porque mi memoria empieza a fallar y tal vez, en un futuro no muy lejano, me olvide de quién soy o qué fuiste para mi, y algún ser querido me tenga que leer estas líneas para evitar mi muerte en vida. Lo he hecho porque los mejores secretos son aquellos que no se comparten, pero también tenemos que ser honestos con aquellos que forman parte de ellos, aunque desvelarlos duela. Siempre he sido excesivamente comunicativa, sin embargo, he preservado lo que a continuación voy a relatar de miradas curiosas, de conversaciones confidenciales y me tentaron contarlo, pero entendí que era mi secreto, el secreto de mi alma, el que nadie podría dañar.

Recuerdo con nitidez el día en que la esperanza llenó mi corazón cuando venía ya de vuelta de desencuentros, desilusiones y perdida la fe en el ser humano. No estaba preparada para ti, precisamente, porque no te esperaba. Fue un segundo, porque las cosas que pasan, buenas o malas, se miden en segundos, pero esta vez, te quedaste en mi retina para siempre. Fuiste un revulsivo, un golpe directo a la boca del estómago, donde se arraigan las angustias y las mariposas, dando al traste el sentido común  y la racionalidad de todo lo planeado, al corazón impertubable que presumía controlar los afectos sin sentirse vulnerable. Una extraña sensación de que te conocía desde siempre, con la certeza de que ya no podría olvidarte. Entonces pensé, ¿qué posibilidades había que entre los millones de personas que hay en el mundo, pudiésemos encontrar a quién nos hiciese sentir así? ¿ cómo era posible que alguien a quien acababa de conocer, fuese capaz de trastocar mis pensamientos para dejar de ser yo y sentirme su siervo en solo unos segundos?. Por un momento, pensé que tú habías sentido lo mismo que yo, pero no era el lugar ni el momento, asi que yo escuchaba mientras tú hablabas, y cuando me mirabas, bajaba los ojos enojada por sentirme incapaz de mantenerlos fijos frente a la tuyos.
En todos estos años, hemos coincidido en diversas ocasiones, nos hemos saludado con la cordialidad de viejos ( sobre todo eso) amigos, de afectos en la distancia, de ser viajeros de la vida por caminos que a veces se cruzan para dejar el recuerdo de una sonrisa o gesto cariñoso por el tiempo compartido. He llorado con tus penas y reído con tus alegrías, he soñado con el tiempo en el que no hemos estado juntos y he sobrevivido gracias al que sí hemos compartido. Tanto tiempo…

Si escribo esta carta, no es con la esperanza de que mi amor sea correspondido, sino porque he pensado que he sido muy egoista. No podía guardar, por más tiempo, lo que siempre he sentido por ti. No era mi corazón el que estaba en juego, eras tú. Hoy comprendí que el amor no se debe ocultar porque fuese como fuese, hay una persona que ha dado sentido a tu vida. Y tú, que seguramente en algún momento te has preguntado el por qué de tu existencia, le has dado sentido a la mía, a esta vida mezquina que amordaza los sueños y nos pone señuelos para que intentemos luchar por ellos. Lo has hecho sin ser consciente de nada pero siéndolo todo. La sonrisa que justifico cada mañana para levantarme con el peso de lo vivido en mis espaldas, con el sonido de un despertador que me anuncia que soy un poco más mayor que el día anterior, el que da impulso a enfrentarme sin temor a ese nuevo día incierto y sin expectativas, sobre llevando la rutina de lo aburrido y esperado, lo que justifica que siga luchando cada mañana para ser mejor persona y hacer feliz a los que me rodean. Tu imagen y el saber de tu existencia alentaba en mi el ansia de superarme para ser mejor, has abrigado mi corazón cuando éste se ha desgarrado por el dolor que creía insuperable. Has sido el verso de cada poema, el que me ha hecho entender que la poesía la hacen dos personas que no se conocen pero se añoran, aún ignorando la existencia de la otra, porque estoy convencida que la añoranza está en cada uno de nosotros esperando ese amor que no sabes si algún día sentirás.

Seguramente, al leer esto, pensarás quién es esta loca que te escribe y cómo es posible querer a quien apenas se conoce. El amor es intangible, pero, aunque no se vea, se siente. Seguimos queriendo al que ya no está, al que se ha ido para siempre, al que vive en nuestro recuerdo, ¿ por qué no se puede querer a quién existe aunque no lo conozcamos profundamente?. No, no estoy enamorada del amor, no amo una ilusión, no amo algo etéreo ni producto de mi imaginación. Amo tu sonrisa y tu forma de ser, porque te conozco, te conocí hace muchos años en aquel hall, en aquella primavera del 79, cuando nadie nos presentó pero yo sentí que ya te conocía. Y tú, a mi también, pude verlo en tus ojos.
  
Nunca te lo dije, no era posible. Ambos teníamos compromisos con otras personas y yo soy leal, al menos con los demás, aunque no lo fuese conmigo. Fui cobarde, lo reconozco. No quise arriesgarme. La ilusión que suponía tu existencia era demasiado valiosa como para darme de bruces con una realidad que no me entusiasmaba. Tuve miedo. O tal vez, prefería saber de ti, aunque fuese en la distancia y no perderte para siempre por un amor no correspondido. La ilusión de saber de ti, era un revulsivo demasiado fuerte como para prescindir de ella. Eras mi estímulo, mi refugio. Nadie supo jamás de tu existencia ni de mi amor por ti. En ocasiones, me mortifico por mi silencio, porque tal vez, desperdicié los mejores años de mi vida esperando, aunque no sé el qué. Pero mirar hacia al pasado no tiene sentido, lamentarse por lo que pudo ser y no fue ¿ de qué sirve ya?.

Y hoy, antes de volver a repetir mis rutinas hasta que se agote mi existencia, en el ocaso de mi vida, rompo mi silencio con la esperanza de hacerte feliz, tanto como tú me lo has hecho a mi. El mundo sigue siendo un lugar digno de ser vivido mientras tú existas. Por eso, me resisto a irme aún, pese a mis años, mi ojos cansados, mis pasos torpes, mis achaques y carencias. Porque mi cabeza, de momento, aún recuerda y ese recuerdo es lo que hace latir mi corazón. La ilusión de cruzarme contigo, aunque sea de vez en cuando.

Te vi, fueron unos segundos, pero tuve esa certeza absoluta que solo se tiene una vez en la vida, el que sabe que, por fin, le has encontrado.