domingo, 21 de junio de 2015

CARTA A JULIETA



 
 EL PRINCIPITO - Antoine de Saint-Exupéry

    No habías empezado a respirar y ya cambiaste la vida de mucha gente para siempre. Tus manos pequeñas se agarraron fuerte a la vida y con el primer sonido de tu llanto, todos aquellos que te esperábamos impacientes, sonreímos repletos de felicidad. Tu llegada era tan deseada que te apabullamos a besos y caricias, esas que guardarás en el subconsciente toda tu vida, porque aunque apenas abrías los ojos y no pudieras hablar, la piel no olvida el tacto de otra piel, ni su olor, ni su calor. Vivir es una experiencia maravillosa, aunque a veces se hace un poco cuesta arriba y el camino no esté exento de trabas ni obstáculos. Pero salvarlos y superarlos son un estímulo y reto, y te aseguro que hay una gran satisfacción cuando las pruebas que se nos ponen, son salvadas con determinación y esfuerzo.
Crecerás con el cariño y amor inmenso de tus padres y tu familia, no solo la de sangre, sino la de los afectos sinceros de los amigos que por extensión a tus padres, te queremos desde el primer momento. Aún recuerdo a tu mamá diciéndome que te estaba esperando, la alegría inmensa de esa espera de meses un poco duros que afrontaba con su habitual sentido del humor.

 Hoy estás aquí, entre nosotros, deseando enseñarte tantas cosas…Pero no tengas prisa por crecer, porque nunca te sentirás mejor que ahora, cuando en las noches oscuras y tenebrosas, el abrazo reconfortante de tus padres apartarán del camino todo temor, ni cuando los cuentos se hacen realidad en los sueños, ni cuando las dudas te asaltan y preguntas a todas horas, con ansia de saber y todas esas preguntas tengan respuesta. Llegará un momento en que sufrirás, nadie puede evitarlo, pero el sufrimiento también hace que valores la alegría y los momentos felices, si no, no podríamos gozarlos de la misma manera. Cuando sufras y tengas ganas de llorar, llora, cuando quieras reír, ríe, o cuando ames, hazlo sin medida. Haz lo que tu cuerpo te pida, no limites ni obvies sus señales. Sé auténtica y no te mientas, porque mentirse implica morir un poco, dejas de ser tú mismo y nos obliga a fingir lo que no somos. La autenticidad es un valor en alza, en la forma de vivir, en la forma de ser, de comportarnos con los demás.  Cuando ames, hazlo sin pudor, sin dobleces, y entrega tu corazón a quien lo merezca. Puede que te equivoques, entonces es que esa persona, no era digna de ser querida por ti, y aunque te rompan el corazón, sigue sus directrices igualmente, con cautela pero sin temor, siempre al trozo más grande, al más auténtico, al más íntegro. En algún momento, ese amor te será correspondido y sentirás una sensación desconocida, que hará que te eleves hasta tocar las estrellas, no podrás vivir ni respirar sin esa persona, dejarás de ser egoísta para darlo todo. Sé generosa con los que no tienen o no pueden. Dar es mucho más gratificante que recibir, te completa como persona, y lo que uno da,  te será devuelto, en forma de afecto y cariño. 

Llegará un momento en que descubrirás que tus padres no lo saben todo, que no lo pueden todo, que no tendrán respuestas a tus preguntas. Los padres también necesitarán de ti con los años. A esto llama madurez. Cuanto más creces, más pequeños se hacen y más apoyo necesitan. Sé cariñosa con ellos. Te lo habrán dado todo y ahora necesitan de tu generosidad y comprensión. Recordarás su sabiduría cuando te enseñaban a caminar, cuando te cogían de la mano para que no te cayeses, o aprendías las primeras palabras para comunicarte con los demás.  Entenderás, cuando te leían cuentos de princesas y hadas, que las mujeres no debemos esperar a que nadie nos rescate de dragones o brujas, ni un príncipe azul nos liberará del opresor, sino que podemos hacer todo lo que nos propongamos, saltar murallas, luchar con espadas, montar a caballo, rasgar los vestidos largos y los convencionalismos y ser libres como el viento, sin más límites que nosotras mismas. 

No permitas que nada ni nadie te condicione, ni digan cómo debes vivir tu vida, porque tú eres la protagonista, la dueña de tus actos, la dueña de tu tiempo, de cómo quieres vivirlo, con o quién. Solo tú sabes lo que pasa en tu interior y solo tú, podrás decidir, aunque escuches consejos bien intencionados, tú tienes la última palabra. 

MI querida Julieta, intenta que este apasionante viaje que es la vida sea extraordinario, vive con intensidad todo lo que te pase, y lee, lee mucho, porque entenderás mucho mejor lo que acontece a tu alrededor. Solo espero poder disfrutar muchos años de tu presencia y verte crecer sana y feliz, sintiéndome muy orgullosa de tus logros y alegrías. Y si me necesitas, como siempre decimos tu madre y yo, sílbame, que tu hada madrina terrenal estará aquí para ayudarte y escucharte, que nunca te falten manos para sostenerte, que nunca te falte amor para abrazarte. 

Dedicado con todo mi cariño a Julieta, a sus queridos padres, Ale y Edu. 

jueves, 2 de abril de 2015

ERES UNA ISLA


“No es más sabio el que menos se equivoca,
sino quien más aprende de los errores
Enrique Rojas

Lo cantaba Víctor Manuel, lo recitaba Mario Benedetti. Somos islas. Cada uno de nosotros, por mucho que tendamos puentes hacia otras islas, e incluso nos unamos para formar archipiélagos, al final del día, nos encontramos con nuestros miedos, frustraciones, retos, sueños… Un ostracismo que determina que la autosuficiencia es lo que se espera de uno, y la dependencia emocional o física, un signo de debilidad.

Hace unos días fui a ver a un amigo que está en su peor momento. Emocional y físico. Tuvo la desventura de sufrir un ictus en Diciembre y como suele ocurrir en estos casos, tiene paralizado medio lado de su cuerpo. También era una isla. Se movía de un sitio para otro, trabajaba, estudiaba, tomaba cafés con sus amigos, se valía por sí mismo. Ahora, sin embargo, necesita de los suyos, para manejarse en el día a día, hasta para sus necesidades más básicas, las que nos dan más pudor y vergüenza. Mantiene consigo mismo una lucha personal sobre su evolución, se frustra y desespera al ver limitada su capacidad ambulatoria por estar amarrado a una silla. Es absolutamente consciente del cambio que esto ha supuesto en su vida, y cada día, con la cabeza funcionando en ebullición, se pregunta sobre su futuro, qué podrá o no hacer, qué le tiene preparado el destino. Por mucha empatía que tengamos, nunca llegaremos a entender sus temores, sus noches en vela, la prueba tan dura a la supervivencia que supuso un antes y un después en su existencia. La insoportable levedad del ser se ha convertido en la insoportable soledad del ser. Desconfía de los buenos deseos y solo da credibilidad a los malos diagnósticos, porque los médicos son así, asesinos de esperanza para evitar la frustración de las expectativas no cumplidas.

Creo que pese a ser islas, al final, todos tenemos una dependencia emocional que muchas veces se vuelve física. Sentimos la ausencia como un dolor físico, el desamor como un nudo en el corazón y eso intangible e incorpóreo que es el alma, se rompe cuando perdemos a un ser querido. Dependemos de los demás para vivir, para darle sentido a nuestra existencia, y cuando estamos bien físicamente, es una dependencia emocional, pero también demandamos un abrazo, un beso, una caricia, una sonrisa. Necesitamos sentir y que en esos momentos del día que nos superan, percibir el calor humano que nos cobije y nos haga sentir queridos, más allá de las palabras.

Este amigo necesita de todo eso. Y necesita el motor que nos moviliza, que nos hace creer cada mañana, lo que nos da energía y hace que caminemos ligeros por la calle. La Ilusión. Ilusión por volver a caminar, por volver a sentir que es dueño de su cuerpo, por volver a sentirse independiente para decidir a dónde quiere ir y cómo, por mover la mano, la pierna y caminar de nuevo. Lo que nos es dado, y lo que le fue usurpado de forma repentina, con mala fe, nocturnidad y alevosía.

No obstante, yo creo que la vida le ha dado otra oportunidad. La oportunidad de luchar y hacerse digno de seguir, una prueba extraña y cabrona, para volver a empezar y redirigir su existencia. La primera prueba es la paciencia. El objetivo ahora parece inviable, pero solo se trata de dosificar fuerzas y marcarse metas alcanzables.

Como la vida es una carrera de obstáculos, cuando veo el objetivo muy lejos, no puedo evitar recordar uno de los pasajes de uno de los libros que he leído y más me ha impactado, por ser una prueba de vida, una lucha por la supervivencia, una muestra de la dependencia para sobrevivir, del trabajo en equipo y la solidaridad.   “Milagro en los Andes” de Nando Parrado, uno de los supervivientes de aquel accidente aéreo en los Andes de un equipo de rugby que sobrevivieron 72 días en las montañas. Uno de los pasajes más emocionantes y emotivos es cuando, conscientes de que, o buscaban ayuda o morirían allí, tres de ellos se aventuraron por las montañas en condiciones extremas para pedir auxilio. Y cuanto más avanzaban, más lejos quedaban las montañas y se disipaban sus esperanzas de conseguir ayuda. Nando Parrado lo relata así:









Al final, la batalla que libramos cada uno, contra nuestros miedos y limitaciones, es en solitario. Por mucho que queramos ayudar a alguien, tendamos puentes, busquemos afectos, y seamos seres sociales, somos islas que necesitamos la “voz en off” de nuestra mente que a veces actúa como freno y otras como el impulso necesario para encontrar motivación. Porque puede haber una causa externa que nos ilusione y sea el revulsivo necesario para movernos y actuar, pero sin duda, la energía para conseguirlo está dentro de nosotros. Yo lo llamo orgullo y satisfacción personal. Otros, supervivencia. Y estoy segura que este amigo encontrará la cantidad exacta de orgullo, satisfacción, superación y supervivencia para levantarse pronto de esa silla y volver a caminar. Solo tiene que buscar esa roca como objetivo e ir hacia ella, y cuando la alcance, buscar otra, y así hasta encontrarse cerca de la montaña y poder constatar, desde lo más alto, que si se quiere, se puede. 





sábado, 7 de febrero de 2015

DUELE EL AMOR



Hace unos días fui a un funeral. No recuerdaba la última vez que asistí a uno, y eso que por desgracia, últimamente se ha ido gente muy querida. Casualmente, ninguno era creyente, con lo que no tenía sentido la celebración de un ritual en el que no creían.

Esta amiga,  por expreso deseo, quiso un entierro en la intimidad así que no podía fallarle en su despedida.  Y a la espera del  tono monótono de los funerales habituales, me senté en un banco, en la última fila, a escuchar la homilía con la congoja por la pérdida de una gran persona que se nos había ido para siempre. La iglesia estaba abarrotada, lo que me pareció muy significativo, ella se lo merecía y a las buenas personas no podemos fallarles en el último homenaje. 

El sacerdote que ofició el funeral era un señor mayor, con voz pausada y poco enfática, pero he de reconocer que nos conmovió a todos con sus palabras y casi nadie pudo omitir el llanto, incluída yo, a quien siempre le costó llorar y desde su primera frase, ya sentí un nudo en la garganta.  
 Una de las anécdotas que contó fue la de un niño que lloraba la pérdida de su abuelo. Y en el funeral, no podía dejar de llorar pese a los intentos vanos de su abuela que le decía “ no llores, no llores”. El niño, ante la insistencia, se rebeló en sus emociones y le dijo “ llorar es otra forma de amar”. 

Duele el amor. Duele cuando lo tenemos, porque nos volvemos empáticos y las penas del ser querido son nuestras, duele el amor no correspondido, y no por egoísmo ( amar es dar sin esperar nada a cambio) sino por la impotencia de dar amor que no quiere ser recibido, duele cuando lo perdemos, porque nos sentimos huérfanos de afecto y nos aflige el tener tanto que dar y no tener quien recibirlo. 

EL amor y el dolor es una especie de binomio mal entendido, porque lo contrario al amor no es el dolor, sino la ausencia de él. 

“ Una vez tuve un clavo,

clavado en el corazón,

 y no me acuerdo si era aquel clavo

 de oro, de hierro o de amor”

“ después ya no sentí más tormentos,

ni supe lo que era dolor.

Supe que tan solo  que no sé qué me faltaba

en donde el clavo faltó”
Rosalía de Castro


No quiero que te vayas dolor,

última forma de amar.

Me estoy sintiendo vivir cuando me dueles,

 no en ti, ni aquí, más lejos:

en la tierra, en el año de donde vienes tú,

en el amor con ella y todo lo que fue.” 
Pedro Salinas.  

 No entendí hasta ese momento que yo lloraba por amor. Creí que lo hacía por pena, nostalgia, por desazón, por lo que se fue y no volverá. Probablemente, también, pero el que muchas veces se me llenen los ojos de lágrimas al recordar a quienes quise y ya no están, no era más que una demostración del amor que aun sentía por ellos, un amor intacto e imperecedero, que no caduca en el tiempo, que no se va aunque ellos ya no estén físicamente. 

Adela dejó una carta de despedida. En la vida, uno no solo se describe por lo que hizo o fue, sino por cómo se marcha. Y ella lo hizo como lo que era, una persona bondadosa, generosa, humilde, dando las gracias a la vida. Cuando supo de su inmediato fin, tuvo la valentía de coger el teléfono y despedirse de su círculo más próximo y dejar escrita, con su preciosa letra, una carta que nos conmovió, aún más si cabe, a todos en la iglesia. No podía ser de otra manera, en la boca de una de sus hijas, agradeciendo lo que tuvo, lo que le fue dado – incluídas sus tristezas- y la paz interior con la que se iba, hablando de la sabiduría de su dios, en el que tanto creía, y con el cariño que siempre trató a todo el mundo.  Nos quedamos sin respiración, con la emoción contenida, con lágrimas en los ojos que empezaron a brotar para demostrar nuestro afecto y cariño hacia ella. Y lo que mejor la describió al finalizar el acto “ pasó por el mundo haciendo el bien”. 

Al salir, la noche estaba lluviosa y fría. Un mundo más huérfano de buenas personas. El cielo también lloraba. ¿Cómo evitar sufrir por amor? ¿No queriendo? ¿Obviando cualquier vínculo para ahorrarnos cada lágrima, cada momento de angustia, cada dolor en soledad?¿ Es posible vivir sin establecer vínculos con nadie por el mero hecho de evitar que nos hagan daño o podamos sufrir?. 

Siempre que se me pasa por la cabeza este pensamiento, recuerdo aquella frase de la película “ El primer caballero”. “ Un hombre que no teme a nada, no ama nada.  Y si no amas nada, ¿ qué dicha hay en la vida?”. El sentido a todo esto, a sufrir en la vida, y a aspirar a no sufrir cuando uno se va a morir ( así debiera ser), no es otro que el querer. Adela así se lo hizo saber a sus hijas. No temía a la muerte, creía que existía otra vida mejor, pero sí se iba con pena por no volver a ver más a sus seres queridos.  Porque tener un clavo en el corazón, puede no ser tan malo, porque llorar porque nos emocionamos, es un acto de amor, porque afligirnos por los que se van, nos hace sentir que estamos vivos.

La otra noche, cuando subía ya tarde de trabajar, me fijé que encima del mar, se descubría una hermosa luna llena en el cielo despejado y una estrella que brillaba. Rebajé el ritmo de mi apurado paso y pese al frío, me quedé observándola unos segundos. Me emocioné. El amor sale por los ojos, sobre todo, cuando de repente, por un pequeño instante, te das cuenta, que también amas la vida.