domingo, 31 de julio de 2016

EL PODER DE UNA MIRADA




“ El alma que puede hablar con los ojos, también puede besar con la mirada”
Gustavo Adolfo Bécquer

Antes de empezar este post, os invito a ver este vídeo.

  

Sin saber más, sin tener más información, todos hemos entendido el mensaje. Hay emoción. Ella permanece impasible ante todos aquellos que se sientan enfrente, con la mirada perdida , sin mostrar ningún sentimiento, emoción. Hasta que se sienta ÉL. En cuanto ella le mira, se nota un pequeño cambio, sin apenas hacer muecas con la cara. Lo notamos en su mirada, en su emoción contenida. Ella piensa, rememora, asimila. Seguramente, pasarán imágenes por su cabeza de ese pasado compartido. Él asiente, sonríe. No hay palabras. No hacen falta. Mantienen su mirada sin necesidad de decirse nada porque ya se lo dicen todo con los ojos. Y se les llenan de lágrimas hasta que ella tiende sus manos y se tocan. No pensamos que son viejos amigos. Pensamos en una historia de amor intensa, viva, de mucho tiempo, en la distancia. Quizá en un amor imposible, o una amor inaccesible, de esos complejos que impiden que puedan estar juntos, pero que se querrán siempre.

Miramos poco para comunicarnos. Hablamos poco con la mirada. Evitamos el contacto visual para ocultar lo que sentimos o pensamos. Cuando algo nos da vergüenza o pudor, bajamos la mirada. Mantener fijos nuestros ojos en los ojos de otra persona es una sensación tan intensa que solo la admitimos unos pocos segundos. Mirar intensamente incomoda. Que nos miren fijamente, incomoda. Sin embargo, cuando hay muchas cosas que decirse, la mirada es la mejor narradora. Ella no miente, no omite, no usa eufemismos, no maquilla ni suaviza. Es imposible ocultar nada. Simplemente sale a borbotones, en forma de lágrimas, de afecto, de angustia, de nostalgia, de amor.

La historia de este vídeo es ésta. Una pareja de artistas, Marina Abramovic y Ulay, dedicados al arte escénico y que colaboraron en los años 70, un día deciden separarse, quizá porque su historia era tan intensa, que finalmente no llevaba a ninguna parte. Hacía muchos años que no se veían. Marina realizó esta performance en el MoMa de Nueva York  en el 2010 y entonces apareció Ulay. Lo que ocurrió entre ellos, pertenece a su intimidad.  Lo que trasciende de esto es que, como dice ese proverbio tan conocido, “ quien no entiende una mirada, tampoco comprenderá una larga explicación”.