Siempre he dicho que si fuera
sociólogo, haría una tesis doctoral sobre las comunidades de propietarios.
Dignas de estudio, donde se repiten estereotipos que se dan en todos los grupos
pero algo más paranoides, los que nos dedicamos a esto de administrar, aún nos
sorprendemos de las ocurrencias variopintas y absurdas que se dan en esto de la
convivencia y compartir lo común, que parecen de guión de serie de televisión
pero no, la realidad, siempre supera la ficción. He aquí algunos ejemplos.
1.-
Ingeniero cualificado y abogados. En toda comunidad siempre hay algún
ingeniero cualificado. Sabe cómo hacer una obra, qué se hizo mal por el
cheíñas de turno, y te da una conferencia en toda regla sobre la aplicación de
mortero, cemento, pintura, que ríete tú de los ingenieros de la NASA.
Normalmente es gente que viene a hablar de su libro ante los vecinos,
acapara buena parte del tiempo de la junta, aburre a los muertos y total, para
al final votar y pasar ampliamente de él. Pero claro, a ver quién le interrumpe
y le quita la razón, que para eso es “el que sabe”.
Hay la versión jurídica, esto es, la
versión “leguleyo”. “ La ley dice esto” “ la ley dice lo otro” “ mi abogado me
ha dicho” y tú piensas que la ley debe ser una especie de ente abstracto cuyo
universo jurídico lo regula todo, tipo libro gordo de Petete, cuando puedo
prometer y prometo que la Ley de Propiedad Horizontal es lo más escueto que
hay, fuente también de conflictos, y no recoge a qué hora se baja la basura,
que no se tire colillas por el patio ni si la vecina que deja el paragüero en
el descansillo de la escalera, hay que quemarla en la hoguera. Poco previsor el
legislador que no recogió conflictos de gran enjundia en su articulado. Lo
mejor de todo es que muchos comuneros tienen su abogado, y yo me alegro por los
compañeros, que también tienen que comer.
2.- Moroso profesional. Los “ cuanto debo” son un peñazo. Éste es uno de los prototipos que más se
repite, da igual origen y condición. Nunca debe. Viene a la oficina a gritarte
( debe ser que empezar el día con “buenos días “ está pasado de moda)
nada más abrirle la puerta, te pone de vuelta y media, se las da de ofendido y
tú, tienes que esperar que salga el bicho que lleva dentro, cual exorcista,
para, una vez acordarte de toda tu familia, explicarle por qué debe y desde
cuándo. Suele ser el mismo en cada cierre de cuentas. También está la versión
sibilina, el que te quiere hacer comulgar con ruedas de molino, y pone en el
recibo “ Mayo 2014” pero debe desde que el mar Muerto estaba enfermo, y te trae
los recibos como prueba irrefutable de que a lo mejor, solo debe el mes de
Junio, pero que sepan que no, que no cuela, que los tenemos muy calados.
3.- Quiero ser presidente. Sí, que te toque la presidencia es una putada. Por lo
general, la gente silba la del rio Kwai cuando toca el punto de renovación de
cargos. Si es por rotación, asiste el que nunca asistió a la junta. Y ponen
excusas. “Es que soy muy mayor”, “estoy ocupadísimo de la muerte yendo al
Club del Mar a hacer remo” ( coño, si tienes 85 años, eres de los de remo
senior? A ver si se le va a desencajar la junta de la trócola), “estoy poco en
casa” ( frecuenta el circo de artesanos para jugar al mus), “tengo una
incapacidad ( ¿física o mental?) que me impide abrir la puerta al operario de
turno”…Pero hay quien quiere ser. Es más. Tuve el caso de un señor que se hizo
un cuño con su nombre poniendo debajo “ Presidente de la comunidad tal “. Que
mucho reírse del señor Cuesta, pero esa gente existe. Les gusta ser presidente
de algo, aunque sea de las escaleras y sea solo reponer bombillas.
4.- Spiderman versión urbana. Hay presidentes que se toman su labor muy en serio. Y
esto incluye supervisar las obras de cerca para ver si están bien ejecutadas.
Claro que, no a costa de jugarse uno la vida. Y cuando se está cambiando el
tejado, no hay placa y uno ronda los 65 años, no es cuestión de trepar por los
andamios, pisar en falso el tejado, romper un trozo y quedarse con la mitad del
cuerpo colgando sobre el cañón de escaleras, y la otra mitad sujetándose donde
buenamente pueda, a ver si llegan los bomberos a rescatarte. Lo peor no es
hacerlo una vez, es que te pasen dos. Se agradece la colaboración vecinal, pero
no hasta el punto que nos cueste la vida.
5.- Prueba de ADN. Hay actividades molestas que provocan muy mal rollo. Desde el
señor de incontinencia urinaria que se desahoga en la cabina del ascensor ( de
toda la vida nos han dicho eso de que hay que salir de casa orinado y defecado)
hasta los perros de los vecinos que no aguantan más y lo hacen donde cuadra:
portal, escaleras…claro que si la cosa se repite, habrá que recordar lo obvio,
bajen más a la mascota y si la pobre lo ha hecho donde no debía, cubo y fregona.
La propuesta de hacer una prueba de ADN a las heces de los perros del edificio para
determinar qué perro es el que insistentemente lo hace en los elementos
comunes, no es solución. Ya me imagino a los perros del edificio en fila en el
portal, y bastoncillo en mano, recorriendo hocico por hocico recogiendo
epiteliales y demás fluídos del chucho. EL CSI ha hecho mucho mal.
Esto vale también para los que
escupen en el ascensor, que lo de hacer la gracia de a ver quién orina más
lejos o quien escupe más largo es simpático a los 6 años, a partir de ahí, ni
pizca de gracia, oiga.
6.- Norman Bates existe. Una de las peores cosas que me ha pasado es la señora muerta
en el sofá desde hacía 25 días y el mal olor del portal. Cuando vienen tus
vecinos a quejarse del mal olor de escaleras y descartas un atasco, lo que
menos te puedes imaginar es que hay un cadáver en el edificio y el hijo está
con su madre muerta, sentado en el sofá viendo la televisión. Que hayan tenido
que entrar los bomberos a sacarla, en un avanzado estado de descomposición y
que los vecinos te piden quitar aquel olor del cañón de escalera porque allí
huele a muerto, literalmente, no viene en ningún manual de buen gestor. No sé
si el limón o el pino mitigan eso. Más bien una empresa especializada en
limpiar escenarios, que no sé por donde buscar y a ver en que letra se ubica en
las páginas amarillas.
7.- ¡Esto es un secuestro!. Cuando uno llega a la oficina, espera escuchar
mensajes típicos en el contestador “ no me funciona el telefonillo” “ la
televisión no se ve” “ hay un atasco del carallo en la arqueta”…pero no que
unos elementos han entrado en una vivienda con el engaño de ser una empresa de
mudanzas, han amordazado a una señora, secuestrado a su perro y que piden un
rescate. Miras el calendario y ves que no es 28 de Diciembre. No sabes si reír
o alucinar. Para todos los que os estéis mordiendo las uñas, decir que tuvo
final feliz, que la señora salió indemne y el perro fue felizmente liberado.
Cosas veréis que no creeréis.
Moraleja: cuando te timbren y no
sepas quién es, no abras. Principio elemental básico.
8.- El sibilino y “cortaorejas”. Los que me conocéis,sabéis de
quiénes hablo. Son dos elementos que se parecen al Gordo y el Flaco. El
sibilino es el gordo, le faltan los dientes de delante, tiene las uñas muy
largas, según sea verano o invierno, lleva gabardina tipo Colombo o abrigo
gris. Habla bajito, con frases alambicadas y usando expresiones de castellano
antiguo, pero con un gran componente de maldad que denota la pésima persona que
es. Y el otro, su cliente, es un lerdo menudo, al que le faltan tres hervores y
medio, pero que maquina maldades para joder al prójimo cuanto puede. Le
llamamos “cortaorejas” porque fue peluquero y un día casi le corta la oreja a
un cliente ( dicho por él mismo) por los nervios. Estos dos son capaces de ir a
Estrasburgo para reclamar un buzón y un timbre. Y luego dicen que ya no se
apela por las tasas….eso es que no les conocen.
Hay la versión femenina ( en este
caso, la querulancia respeta la paridad) que es una señora de metro y medio,
con mucha maldad para tan poca estatura, que roba las cartas de los buzones con
las pinzas del churrasco ( que son bien largas y entran estupendamente en la
boca del buzón) para cotillear informes médicos de los vecinos, que ya sabemos
lo importante que es que la del 5º tenga hongos vaginales o el del 2º le
funcione mal la próstata, para el funcionamiento de la comunidad.
9.- El que se queja por todo. Sí, hay quejicas profesionales. Llegan previo a
la junta, se quejan del gobierno, del tiempo, de lo mal que está el
mundo…para seguir con las cuentas, el gasto ( suelen ser de la virgen del puño)
con la cuota, con que el presidente no ha hecho nada, el administrador tampoco,
que los vecinos no dan los buenos días…y así hasta “ruegos y preguntas” que te
dan ganas de darle un kleenex y llorar con él, que la vida es chunga porque
alguien lo ha querido así.
10.- Actividades molestas. Esto merece varios apartados:
a.- Música: Hay quien no soporta la música alta. Yo lo comprendo. Pero que
un sábado te llamen al móvil ( bendito el día que lo suprimí), a las 20.00 de
la tarde, y tú en el cine, para decirte que padece del corazón y la vecina de
arriba tiene la música alta es para mandarles a tomar por donde amarga el
pepino. Una cosa es música alta de forma constante y a altas horas y otra
que uno no pueda ponerla un sábado a las ocho de la tarde. Y te dan ganas de
decirle que llame a la Municipal, que midan los decibelos y si siguen con el
Caribe Mix 25, se una a la fiesta, que ya de jodidos, al menos, bebidos.
b.- El follador-vividor. Este país, eso de la efusividad sexual, no lo lleva
bien. Es queja reiterada. Sobre todo se quejan de ellas, que las mujeres
siempre hemos sido más extrovertidas y menos pudorosas para mostrar “el
sentimiento”. Que si gritan, que si se sienten la cama, que si lo hacen a las
tantas de la noche…A mi no me sorprenden que griten, o hagan ruído, en realidad
me sorprenden que lo hagan, máximo de madrugada. ¡Qué energía y buen humor! Con
lo mal que dormimos los españoles y cuando consigues pegar ojo, hay alguien que
te despierta para hacer ejercicio! Pa darle de hostias de dos en dos hasta que
salga impar! . Suelo preguntar a qué se dedican los ruídosos-amorosos, más que
nada porque deben tener un trabajo creativo y tranquilo, de 8 horas, para tener
luego ganas de achuchón. Mal va la cosa cuando se pasan de la raya, o con la
Viagra, y montan el numerito de venirles a buscar en ambulancia a las 6 de la
mañana. Así no hay quién compita!.
Mi recomendación es que les feliciten
en el ascensor, a ser posible, delante de gente. “ vaya noche, quedaste bien
contenta! Se te nota en la mirada que eres una mujer bien f……”. Y nada, a tomar
ejemplo.
c.- Defecar en plaza de garaje. Esto sigue siendo un misterio.
Alguien ( no digo algo, porque al parecer expertos de criminalistica han determinado
que son “restos” humanos) que defeca en una plaza de garaje en concreto. Un
día, pase, te da el apretón, no hay baño cerca…aunque bien podía recoger el
zurullo, pero no, lo repite una y otra vez. Solución: no es poner una cámara de
vídeo de visión nocturna. A lo mejor una fotocélula que detecte al “caganer” en
el momento de bajarse los pantalones, puede ser suficiente para cortarle el
rollo.
d.- Rociar con lejía la ropa, pasar el aspirador a horas intempestivas, tirar
colillas o papeles en llamas por el patio de luces, dar de comer a las
gaviotas, los gatos….en fin, que esto puede ampliarse según la ocurrencia de
usuario y vecino.
11.- Dime quién eres. Lo más extraño que nos ha pasado. Un señor, alias “el pelos” está
empeñado en que mi compañera Verónica se llama Marisa y es la chica que cuída a
su hermana y quiere quedarse con su dinero. Asi que periódicamente, pasa por la
oficina, le grita, monta el numerito y nos deja ojipláticas con sus desvaríos.
Lo mejor es cuando le pides educación y respeto y te suelta lindezas tipo “
pues tú tienes la educación en medio de las piernas”.
12.- Viva Rusia. Yo respeto los estilos en la vestimenta que allá cada cual. Pero
hay un señor que viene vestido con abrigo de visón que le llega a los pies,
gorro de visón tipo ruso y las uñas pintadas de rojo. En primavera, se las pone
de color rosa. Que se ve que le va la piel, porque cambia el visón por chaqueta
y pantalón de cuero cuando empieza el calor. El poliéster no es para él.
13.- Junta de pijama. Para terminar este anecdotario, contaré que en este universo de
gente dispar, una se contagia y hace cosas extravagantes, como asistir a una
junta en pijama. En realidad, la cosa era más simple. Se trataba de una junta
en el portal, un frío mes de Enero, y yo estaba trabajando en casa en pijama.
Habida cuenta que era en el portal y yo estaba bien calentita, pensé, tonta de
mi, que total, no se me iba a ver el pijama de Mafalda que llevaba y me puse una chaqueta y un pañuelo, y por
encima el plumífero. Y allí fui yo, aparentemente decente, a la junta. Cuál es
mi sorpresa que la junta no se hace en el portal sino en el piso de un vecino.
Entonces empiezo a pensar qué excusa pongo para no quitarme el plumífero, que
soy friolera, que la humedad, que es una casa antigua…oh, sorpresa, entramos en
el piso, 35º a la sombra…” ponte cómoda” me dice el vecino hospitalario a lo
que yo pensé “ si me pongo más cómoda, te pido unas pantuflas”. Asi que me tuve
que poner de manera estratégica el pañuelo, apoyarme en la mesa comedor para
que no se moviera y se viera la enorme cara de Mafalda con ribete rojo de mi
pijama. Sudé como una mona, pero nadie pareció darse cuenta.
Y esto es todo, de momento, que
me queda más en el tintero, pero ya será otra historia. La vida, que es así, gente divergente que
converge en este mundo puñetero y que a veces, te ríes, por no llorar.
Se lo dedico a mis compañeras. Viva la gente paciente!
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