martes, 6 de diciembre de 2016

EL LADRÓN DE LA NAVIDAD


                                     ENTREVISTA A JAMES RHODES EN " SALVADOS"
No conocía a James Rodhes. Será que la música clásica no está entre mi música favorita, no porque no haya piezas sublimes y no me gusten, sino porque prefiero amanecer con música más ligera y menos densa y a veces hasta cantar las canciones por la calle, mentalmente ( no vaya a ser que me tilden de loca, como esos que hablan solos y se responden a sí mismos). No obstante, cuando vi la entrevista de “ Salvados”  me encantó el concepto que tiene de la música clásica y la forma de intentar acercarla a todo el mundo, algo que se nos antoja como algo elitista y para entendidos.

De la primera parte de la entrevista me gustó su cercanía y afabilidad, el por qué el músico que interpreta un tema de Bach o Beethoven sale con pajarita y esmoquin, toca la pieza y se va y no establece cierta complicidad y contacto humano con su público. Su pretensión como músico es acercar la música clásica a todos y no sea solo para unos pocos que la eligen.

 La segunda parte de la entrevista duele. Contundente, directo, sin entrar en detalles escabrosos pero que están implícitos en sus palabras, con la serenidad de quién ha pasado años intentando entender y superar tanto dolor, con terapias y exorcismos de demonios internos que te martirizan y doblegan.

¿Quién va a creer en un niño? ¿Quién va a creer que aquella persona que debiera cuidarte y protegerte, abusa de ti hasta el punto de no causarte solo dolor en el cuerpo sino una herida mucho más honda, en el alma, en la inocencia, en la conciencia?. Porque el cuerpo sana pero la mente, a veces, no. Y en vez de tener una evolución normal, desarrollas trastornos disociativos con varias personalidades para proteger aquella más débil que padece y sufre y que no puede evolucionar con normalidad porque le cuesta superar el abuso de la confianza de alguien a quien querías o que debiera cuidar de ti y protegerte…de quiénes?. La mente de un niño puede estar preparada para asumir que hay gente mala en el mundo, pero no para entender que esa persona a la que tu quieres, te puede causar más dolor que los desconocidos de los que te advierten que has de cuidarte. Sabes que está mal, pero sin embargo, ese silencio cómplice te convierte en su mejor aliado. Como bien dice Rodhes, hay millones de niños violados en el mundo. Y añado,no hace falta ir al Tercer Mundo, están aquí, en el Primer Mundo. Y no siempre son desconocidos. Son familiares, amigos, profesores, entrenadores…la pederastia no es ajena ni al parentesco ni con quienes tienes puentes de afectos y cariño.

 Estoy convencida que mientras alguien lee esto se está sintiendo identificado/a y asiente con la cabeza porque conoce a alguien o ha sido él/ella objeto de algún tipo de abuso sexual en su infancia. Cuesta hablar de ello. Cuesta porque hay un extraño sentimiento de culpabilidad inherente a la vergüenza que esto te produjo, como si un niño o una niña tuviese la culpa de que un degenerado haya abusado de su inocencia. Un niño o niña que ha sufrido abusos no puede ver el mundo idílico de la magia ni disfrutar de los cuentos de la misma forma. Tendrá miedo a los mayores y a sus muestras de afectos. Se pondrá rígido ante un abrazo y esquivará el cariño de forma instintiva porque no confía en nadie. Porque los pederastas empiezan así, amables, afectuosos, quieren ser tus amigos, como si fuera complicado doblegar la voluntad de un ser inocente.

 Tu mente callará esa parte ingenua que aun tienes con otra personalidad más fuerte que le permitirá sobrevivir en un mundo hostil porque de otra manera, no podrá superarlo. Su personalidad desarrollará más una parte que otra ( o múltiples personalidades) porque la otra le recuerda algo que quiere olvidar. Intentará salir volando, como bien describe Rhodas, de su cuerpo como si fuera espectador de su propia vida para que nadie pueda volver a hacerle daño. El mecanismo de autoprotección de la mente es asombroso.  No olvidas, pero lo aparcas en ese subconsciente que hace que te comportes de forma extraña en algunos momentos de tu vida y que no eres capaz de racionalizar. Para ello habría que ahondar en el subconsciente más profundo y muchas veces se necesita ayuda profesional.

Y sin embargo, la única forma de superarlo es admitir que eso sucedió y que no fue por tu culpa. Nunca lo es. Y contarlo. Contarlo al principio con un dolor inmenso y lágrimas de sangre, para después sanar las heridas y pasar página. A veces tardas años en entenderlo, dependerá qué edad tenías cuando ocurrió tan doloroso hecho, y cuando lo entiendas, tendrás temor a decírselo a tus más allegados porque les causará un enorme dolor escucharlo. Pero cuando lo asumen, te liberarás de un peso que ahora será compartido y con ayuda, sanado. Siempre he creído que nunca se protege la infancia todo lo que se debiera. No hay nada más vulnerable que un niño. Su mente no está preparada para entender muchas cosas, ni mucho menos ver el lado más cruel e inhumano de las personas. Nadie debiera robarle a un niño su infancia. Nadie debiera robarle los sueños, la magia, la ilusión, la Navidad.

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