No conocía a James Rodhes. Será
que la música clásica no está entre mi música favorita, no porque no haya
piezas sublimes y no me gusten, sino porque prefiero amanecer con música más
ligera y menos densa y a veces hasta cantar las canciones por la calle,
mentalmente ( no vaya a ser que me tilden de loca, como esos que hablan solos y
se responden a sí mismos). No obstante, cuando vi la entrevista de “ Salvados” me encantó el concepto que tiene de la música
clásica y la forma de intentar acercarla a todo el mundo, algo que se nos
antoja como algo elitista y para entendidos.
De la primera parte de la entrevista
me gustó su cercanía y afabilidad, el por qué el músico que interpreta un tema
de Bach o Beethoven sale con pajarita y esmoquin, toca la pieza y se va y no
establece cierta complicidad y contacto humano con su público. Su pretensión como
músico es acercar la música clásica a todos y no sea solo para unos pocos que
la eligen.
La segunda parte de la entrevista duele.
Contundente, directo, sin entrar en detalles escabrosos pero que están
implícitos en sus palabras, con la serenidad de quién ha pasado años intentando
entender y superar tanto dolor, con terapias y exorcismos de demonios internos
que te martirizan y doblegan.
¿Quién va a creer en un niño? ¿Quién
va a creer que aquella persona que debiera cuidarte y protegerte, abusa de ti
hasta el punto de no causarte solo dolor en el cuerpo sino una herida mucho más
honda, en el alma, en la inocencia, en la conciencia?. Porque el cuerpo sana
pero la mente, a veces, no. Y en vez de tener una evolución normal, desarrollas
trastornos disociativos con varias personalidades para proteger aquella más
débil que padece y sufre y que no puede evolucionar con normalidad porque le
cuesta superar el abuso de la confianza de alguien a quien querías o que
debiera cuidar de ti y protegerte…de quiénes?. La mente de un niño puede estar
preparada para asumir que hay gente mala en el mundo, pero no para entender que
esa persona a la que tu quieres, te puede causar más dolor que los desconocidos
de los que te advierten que has de cuidarte. Sabes que está mal, pero sin
embargo, ese silencio cómplice te convierte en su mejor aliado. Como bien dice
Rodhes, hay millones de niños violados en el mundo. Y añado,no hace falta ir al
Tercer Mundo, están aquí, en el Primer Mundo. Y no siempre son desconocidos. Son
familiares, amigos, profesores, entrenadores…la pederastia no es ajena ni al
parentesco ni con quienes tienes puentes de afectos y cariño.
Estoy convencida que mientras alguien lee esto
se está sintiendo identificado/a y asiente con la cabeza porque conoce a
alguien o ha sido él/ella objeto de algún tipo de abuso sexual en su infancia.
Cuesta hablar de ello. Cuesta porque hay un extraño sentimiento de culpabilidad
inherente a la vergüenza que esto te produjo, como si un niño o una niña
tuviese la culpa de que un degenerado haya abusado de su inocencia. Un niño o
niña que ha sufrido abusos no puede ver el mundo idílico de la magia ni
disfrutar de los cuentos de la misma forma. Tendrá miedo a los mayores y a sus
muestras de afectos. Se pondrá rígido ante un abrazo y esquivará el cariño de
forma instintiva porque no confía en nadie. Porque los pederastas empiezan así,
amables, afectuosos, quieren ser tus amigos, como si fuera complicado
doblegar la voluntad de un ser inocente.
Tu mente callará esa parte ingenua que aun
tienes con otra personalidad más fuerte que le permitirá sobrevivir en un mundo
hostil porque de otra manera, no podrá superarlo. Su personalidad desarrollará
más una parte que otra ( o múltiples personalidades) porque la otra le recuerda
algo que quiere olvidar. Intentará salir volando, como bien describe Rhodas, de
su cuerpo como si fuera espectador de su propia vida para que nadie pueda
volver a hacerle daño. El mecanismo de autoprotección de la mente es asombroso.
No olvidas, pero lo aparcas en ese subconsciente
que hace que te comportes de forma extraña en algunos momentos de tu vida y que
no eres capaz de racionalizar. Para ello habría que ahondar en el subconsciente
más profundo y muchas veces se necesita ayuda profesional.
Y sin embargo, la única forma de
superarlo es admitir que eso sucedió y que no fue por tu culpa. Nunca lo es. Y
contarlo. Contarlo al principio con un dolor inmenso y lágrimas de sangre, para
después sanar las heridas y pasar página. A veces tardas años en entenderlo,
dependerá qué edad tenías cuando ocurrió tan doloroso hecho, y cuando lo
entiendas, tendrás temor a decírselo a tus más allegados porque les causará un
enorme dolor escucharlo. Pero cuando lo asumen, te liberarás de un peso que
ahora será compartido y con ayuda, sanado. Siempre he creído que nunca se
protege la infancia todo lo que se debiera. No hay nada más vulnerable que un
niño. Su mente no está preparada para entender muchas cosas, ni mucho menos ver
el lado más cruel e inhumano de las personas. Nadie
debiera robarle a un niño su infancia. Nadie debiera robarle los sueños, la
magia, la ilusión, la Navidad.
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