miércoles, 1 de enero de 2014

LATE CORAZÓN

 “truéquese en risa mi dolor profundo, 
que haya un cadáver más…qué importa al mundo? "
Espronceda


Salvo los cumpleaños, no suelo celebrar los aniversarios. Tal vez sea, porque a medida que cumplo años, intento no sobrecargar mi memoria y empiezo a apuntarlo todo, o porque los aniversarios dejaron de ser dignos de recordar, porque evocar el pasado a veces es tan doloroso que no merece ser recordado. Sin embargo, todos los días 1 de cada mes, inevitablemente, los recordaré. Y el día de difuntos también.

Hoy hace dos meses que falleció mi padre. Sin embargo, me parece que hace mucho más tiempo que no le veo. Y temo que si no lo recuerdo todos los días, me olvide de su voz, de sus ojos, de su sonrisa. Cuando perdemos a un ser querido, de repente nos volvemos fetiches de cualquier cosa que nos lo recuerde, como si fuera posible retener en nuestros sentidos los olores o momentos que se han quedado prendidos en sus cosas, en su ropa, en su dormitorio, en sus fotos…e insanamente ( y también inconscientemente) nos rebelamos contra cualquier gesto de deshacernos de lo que era suyo, como si fuese a regresar algún día y tirar o regalar es un sacrilegio, una falta de respeto, un ansia de olvido inhumano. Todas las pertenencias de mi padre caben en una caja. Toda una vida y eso es lo que somos. Un montoncito de cosas que caben en un cajón.

Después de dos días de apenas descanso y con el alma rota, cuando regresé a su casa, aún podía olerle en su habitación, en su baño, en los muebles. Y mi madre, con una actividad frenética sobrenatural ( cada uno canaliza el dolor como puede) se deshizo de su ropa para dársela a la parroquia, del dormitorio, pinto y empapeló, para no dejar rastro de los peores momentos de nuestra vida y evocar el dolor padecido, porque lo que queda ya no somos, por mucho que nos aferremos a las cosas materiales de un ser querido. Pero… y que hacemos con el dolor y el vacío en la boca del estómago, imposibles de consolar y saciar?. Hay alguna fórmula para mitigarlo, para llenar una ausencia tan notoria que te martiriza a todas horas, que ha dejado en ti un dolor perenne aunque sonrías?.

Nos aferramos al dolor para decirnos que todo fue real, que esa persona existió, pese a que todo parece un sueño, una maraña de días en los que no has sido muy consciente de nada pero doliente de todo. De repente, tienes miedo a olvidar su mirada, su naríz torcida de un golpe cuando era pequeño, su sonrisa y carraspeo nervioso, los gritos con los que mi madre y yo dábamos un respingo en el sofá cuando veía el futbol y marcaba un gol el Atlético de Madrid, o blasmefaba con alguna de esas medidas del desgobierno de Rajoy. Curiosa es la mente, que como medida de supervivencia, disipa las imágenes que duelen para hospedarlas en un lugar remoto de tu mente, y sin embargo, tu consciente se aferra a ellas, con uñas y dientes porque no quieres olvidar aunque te duela.

Antonio Machado, describía, magníficamente esto en el poema “ Los ojos” :

I
Cuando murió su amada
pensó en hacerse viejo
en la mansión cerrada,
solo, con su memoria y el espejo
donde ella se miraba un claro día.
Como el oro en el arca del avaro,
pensó que guardaría
todo un ayer en el espejo claro.
Ya el tiempo para él no correría.

II

Mas pasado el primer aniversario,
¿Cómo eran - preguntó -, pardos o negros,
sus ojos? ¿glaucos?...¿grises?
¿Cómo eran ¡Santo Dios! que no recuerdo?

III

Salió a la calle un día
de primavera, y paseó en silencio
su doble luto, el corazón cerrado...
De una ventana en el sombrío hueco
vio unos ojos brillar. Bajó los suyos,
y siguió su camino...¡Cómo esos!

Y yo miro mi reflejo en su espejo del baño, y el colgador de su bata, y el sofá en el que me esperaba tumbado para comer, pero ya no está ni estará jamás. Probablemente ha llegado el momento de dejarle ir. Pese a esperado, aún me niego a aceptar una realidad que duele tanto, porque pudo con todo contratiempo, pronóstico, y ganó cuatro años de vida, hasta que ya no pudo más. El negarme a verlo no es más que un escudo para soportar una pérdida tan dolorosa.

Pero todo sigue. Los días tienen principio y final, el sol sale y se pone de nuevo, el mundo sigue girando, la vida transcurre para los demás que debemos seguir caminando y avanzar porque nada se detiene por ti, ni por tu ausencia, ni por el dolor.  

Hoy soñé con él. Aún consciente en el sueño que estaba muerto, me llamaba por teléfono y yo le preguntaba cómo estaba. Volví a escuchar su voz diciéndome: “ bien, estoy bien” para a continuación, tras un largo silencio, poder decirle lo mucho que le quería. De no haberme despertado, seguro que hubiera hechos suyas las palabras de Machado:

 “Late corazón… no todo se lo ha tragado la tierra”.

  Dedicado, con todo mi cariño, a mi prima Vanesa Guerra, que seguro se reconoce en este escrito y era como una hija para mi padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario